martes, 24 de julio de 2018

Primera etapa pirenaica

Día 24 de julio, La primera etapa de los Pirineos.

La primera etapa finaliza en Bagnères de Luchon, a 15 kms de nuestro campamento base, mil metros más abajo de nuestro campamento base. A esta distancia, ¿Cómo no vamos a ir a ver el final de etapa? Pero yo no quiero subir, sufrir, la bicicleta al final de la etapa por eso me voy a ir caminando. La bajada la hago a buen ritmo, dos horas y media, casi sin parar.

En la meta, a sólo 150 metros de la llegada se puede seguir el desarrollo de la carrera a través de unos grandes monitores instalados por la televisión francesa. Hay mucho público aunque han cambiado las nacionalidades predominantes. Los españoles, la frontera a unos diez kilómetros, superan a los holandeses que encontramos en los Alpes.

Tanto público obliga a mayores medidas de seguridad. Pasa una
patrulla con un oficial, un número, otro gendarme con un fusil y otro más acompañado del perro anti-explosivos. Por los altavoces se ruega colaboración para garantizar la seguridad de todos. También pasan dos guardia civiles y dos policías nacionales españoles. Hoy la carrera pasa por territorio espaòol y estamos a muy pocos kilòmetros de la frontera.


La espera de los corredores se ameniza con la habitual entrega de baratijas aunque ahora los animadores exigen mayor participación del público: deben golpear las vallas protectoras para hacer ruido o bien cantar el estribillo publicitario del producto. Esta vez con la novedad de impermeables o camisetas de ciclismo.

Finalmente, unas dos horas antes que los corredores, llega la caravana publicitaria que entrega más regalos. El público está entusiasta porque el corredor francés Alaphillippe va en primera posición. Su llegada es un momento y luego llegan el resto de los corredores.

Ahora, hay que volver al campamento base. Allá arriba en lo alto del Col de Peyresourde. Ya lo dije, pero el pensamiento de la vuelta ha estado presente en mis cinco horas de espera en pie. – “Si hubiera podido echar una siesta”- .

Comienzo la ascensión y los primeros kilómetros los abordo bien aunque el sol ha aparecido con la fuerza del sur de Francia después de la lluvia. En ocasiones, adelanto a los coches que encuentran un atasco del público que estaban en el final de etapa. Pero, las cuestas cada vez parecen o son más empinadas. A partir del kilómetro cuatro comienzo a mirar con ojos golositos, los vehículos que ascienden solo con el conductor. De vez en cuando, miro hacía atrás para mandar una señal de petición de misericordia. Albricias en el kilómetro seis, econductor francés de 70 años,-  repito francés a pesar de los numerosos coches con matricula española que me han pasado- , en un Mercedes de los años 1990 me hace la señal indicando si estoy subiendo, respondo afirmativamente y el coche enciende la doble intermitencia, se detiene en medio de la carretera y me ofrece subir.

En el campamento base, esta noche está más concurrido. Hay más coches, más camper. Siguen pasando vehículos. Los grandes camiones, los TIR de la organización de El Tour pasan dando grandes bocinazos sólo por saludar que alteran la serenidad del valle y asustarán a los osos. He visto en la carretera pintadas de “No a los Osos”, supongo de los ganaderos de la zona.

Anoche cuando escribía esta crónica, lo expresaba de otra forma. Ahora cuando escribo esta segunda versión, mis piernas me recuerdan el cansancio de ayer.

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