domingo, 18 de septiembre de 2022

Jubilados viajeros

El título es la expresión que vino a mi mente cuando en el mes de septiembre paseaba por Bergen (Noruega). Aprovechamos que septiembre no es un mes masificado como lo es julio y agosto y que todavía hace buen tiempo. Y sobre todo, nos permitía utilizar los cash points (cupones, les llamo yo) en que se habían coneirtido nuestros euros de vuelos cancelados durante el confinamiento. 

Así que rumbo al polo norte a ver fiordos.

El vuelo dura tres horas y media porque aunque parezca que está ahí cerca son unos 3.000 kms. La llegada fue un poco oscura porque llegamos a las 00:30 horas, la mayoría de las tiendas del aeropuerto estaban cerradas y hubo que caminar  unos quinientos metros para recoger la maleta y salir fuera de la terminal. El aeropuerto es nuevo, pero está sobre-dimensionado y sin gente y con las luces apagadas tenía un aspecto siniestro.  

A la salida, sorpresa: los domingos, el tranvía y el autobús que conectan con la ciudad sólo funcionan hasta las 12 horas por lo que no había suficientes taxis para atender la demanda de viajeros. La temperatura no era la que hemos sufrido en España este verano pero el viento sin ser gélido no resultaba agradable a un cuerpo acostumbrado a noches de veinticinco grados Celsius.

A las 2:00 a.m, llegamos a nuestro hotel al que habíamos advertido de nuestra llegada a esa intempestiva hora. 

Del hotel, lo comentaré en la próxima publicación (post)



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