lunes, 19 de septiembre de 2022

Primer día en Bergen



 Como comenté ayer la llegada no fue muy acertada al hacerlo de madrugada y no prever la dificultad de poder llegar hasta el centro de Bergen. Donde nos esperaba nuestra habitación en el The Handseatic Hotel.

El Hotel está junto al museo de los hanseáticos pero él mismo es un auténtico museo. No podemos indicar que era cómodo para llegar con maletas pero mereció la pena nuestra habitación nº 455 a la que se accedía desde el tercer piso del ascensor, luego se recorría un tortuoso pasillo para finalizar con unas empinadas escaleras. Pero mereció la pena ya que tuvimos a nuestra disposición ducha y bañera, unos 25 metros de habitación y ventanas al exterior.

Cuando llegas a una ciudad, lo primero que hay que hacer es un Free Tour en tu propia lengua. Esta vez no tuvimos mucha suerte porque nuestro guía de origen ucraniano (aunque en su pasaporte figuraba Unión Soviética) y con doble nacionalidad portuguesa se alargo con cuestiones conspiratorias de los hanseáticos y los masones. Así que conocimos el origen de la ciudad. Ciertamente, Bergen no tiene mucho que ver porque se ha incendiado en numerosas ocasiones y se ha vuelto a reconstruir. La construcción de madera no se lleva bien con el fuego y cuando hay piedra, como sucede en la fortaleza, la explosión de barcos durante las guerras del siglo pasado consiguen derrumbar las edificaciones.

Luego, de este recorrido histórico, nos apetecía ver la ciudad, su geografía. Para este fin lo mejor es subir en el Funicular hasta el monte Floyen. Cuando llegas al final, contemplar la ciudad desde el mirador. Luego, puedes caminar cuanto gustes en plena naturaleza contemplando el lago Skomakerdinet, pequeñas cascadas y algunas cabras. Te puedes adentrar en los bosques que se encuentran con los caminos facilitados con pasarelas de madera para evitar el fango. El descenso lo realizamos caminando y contemplando la ciudad desde distintas perspectivas. Un sinuoso y cerrado tobogán nos permite ahorrarnos unas pocas escaleras. La posición del hotel permite el descanso entre actividades. Así, después de la caminata nos tomamos un "fica" al estilo sueco.

Para la cena elegimos el Bryggeloftet &Stuene, un restaurante en el Bryggen, parte de la ciudad donde están ubicadas las celebres casitas. Nos ofrecen un menú donde no aparece el salmón. 

Y colorín, colorado después de 20 kms, la jornada del turista ha concluido.


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