Aterrizamos en Osaka. Su aeropuerto no está junto al mar, sino que está en el mar. Los japoneses tienen poco espacio terrestre ya que el setenta por ciento de su territorio son montañas, así que aprovechan la oportunidad para convertir el mar en tierra. Así no tiene montañas para las maniobras de aproximación en el aterrizaje. Solo tiene treinta años y fue diseñado por el italiano Renzo Piano.
En el aeropuerto, contabilizo hasta cuatro ocasiones en el control de pasaporte: autoservicio con control facial, funcionario que controla de nuevo, recogida de equipajes, autoservicio con control facial y de nuevo control facial ante funcionario.
Este proceso cuesta bastante tiempo a pesar de llevar completado desde España el cuestionario de entrada al país convertido en un código QR. Pero somos veintisiete personas y vamos reagrupando porque nos sentimos un poco perdidos.
De la experiencia con el baño japonés de la marca TOTO, lo comentaré en los próximos días.
Cuando alcanzamos la salida, nos espera Kazumi, nuestra primera guía japonesa. Pero ahora casi todos queremos cambiar dinero y conseguir nuestra SIM japonesa quienes no disponemos de teléfonos modernos con eSIM. Yo compré una tarjeta sim física en Amazon que me funcionó desde el momento en que pisé territorio japonés.
Noventa minutos después del aterrizaje conseguimos subir a nuestro autobús. Kazumi nos cuenta historias de Osaka y de Japón como:
- La llegada de San Francisco Javier y los jesuitas a Sakai, diecisiete kilómetros al sur de Osaka
- El espíritu del té matcha: Igualdad, Amistad y el Tiempo que no volverá
- La época de los Samurais que eran la clase social más alta seguida de agricultores y comerciantes. Éstos se convertirían en la clase alta cuando en los años 20 del siglo XX popero el comercio con el arroz.
- Ahora, casi no hay terreno casi para cultivar por lo que solo el 40% de la alimentación es autoabastecimiento .
- Las ciudades están relacionadas con algún producto: Osaka con la comida, Kobe con los zapatos y Kioto con los kimonos.
Antes de llegar al hotel, el autobús nos para en la zona de Dotombori pero como no puede estacionar, nos emplaza veinte minutos más tarde. La zona está llena de turistas y de neones que mi cansancio no permite disfrutar. Algunas personas del grupo se atreven a comer algunos de las comidas que se ofrecen en los puestos callejeros.
A la hora establecida, estamos todos los componentes del grupo, ahora ya somos veintiocho más Gran Carlos I, primera prueba de puntualidad superada.
El hotel Elsereine es un tres estrellas (parece de cuatro) decorado con motivos de cenicienta, carroza incluida. La habitación amplia y confortable, desde la ventana en la séptima planta, podemos ver una plaza y la majestuosidad de los edificios. Ya son las nueve de la noche en Osaka y preferimos dormir y descansar a buscar un lugar donde cenar. Mañana será otro día.
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