He superado la edad que murió mi padre, 66 años, y, aunque dicen que somos una interacción herencia y ambiente; o que el contexto médico actual permitiría atajar- prolongar la enfermedad que tuvo; cada vez veo más cerca en la muerte.
Primero es la muerte de los abuelos. Yo sólo conocí a mi abuela y debió morir cuando yo era muy joven porque no lo recuerdo o me lo ocultaron como ahora se oculta la muerte. Yo no distingo entre un tanatorio y una estación de ferrocarril salvo por el tamaño de los techos.
Después llegó mi padre Juan (1984), temprano. Algunas muertes más durante el siglo XX pero no significativas o quizás las he olvidado. En 2006, fue mi madre la que falleció.
En el 2007 comenzó este blog. Por motivos terapeúticos he recogido varios fallecimientos de compañeros de trabajo: Merche (2008) Tomás (2009), Pepelu (2012), Amparo (2014), Jacinto (2016), Antonio (2022), Manuel (2022).
Manolo, Juanjo, Pili y Aurea |
De Manolo recuerdo que era bromista y trabajador multifacético: daba lo mismo si se trataba de poner ladrillos, plantar flores o hacer un rancho con caracoles.
Pero el muerto ya no sufre, los que sufren son su mujer, sus hijos, sus nietos,sus hermanas y hermano, los que le hemos conocido porque sentimos su ausencia y porque constatamos que la muerte se acerca.
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