Los programas relacionadas con la cocina abundan en todas las cadenas televisivas. Tienen diferentes formatos: concursos de famosos y menos famosos (MasterChef), didácticos con expertos chefs (Arguiñano, Menudos Torres) o dirigidos al mundo de la hostelería (Pesadilla en la cocina).
Habitualmente rechazo su visión porque considero que no tienen en consideración la realidad actual: en la que deberíamos ser sostenibles en nuestros consumos alimenticios y tener en cuenta los niveles de pobreza que se producen en nuestro país.
No son sostenibles porque se desechan alimentos aunque digan que lo elaborado se da a entidades benéficas ya que para su elaboración emplean cantidades sin economía y puede verse como se malgastan para poder ganar.
También encuentro que se abusa del uso del horno en los programas de los chefs cuando el precio de la luz y la energía está por las nubes e ignora a esas familias que tienen grandes dificultades para llegar a final de mes.
Tampoco me gusta las relaciones interpersonales que se presentan donde existe una relación desigual entre el jurado y el concursante, el experto y el resto.
En el caso de los concursos, se denigra a los concursantes de tal modo que algunas personas se han visto en graves problemas psicológicos. Hay un caso reciente del que no se puede decir que el concurso fuera el catalizador pero como ocurre en los accidentes aéreos siempre hay concausas.
Y para finalizar: desigualdad por razón de género. Queda lejos la aparición de Elena Santonja en el primer programa de cocina televisivo. En la actualidad, predominan los varones, los chefs. Nuestras madres y abuelas fueron nuestras nutrientes pero si se trata del top de la cocina entonces son los grandes jefes varones y blancos los que se llevan el honor y la pantalla.
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