Los éxitos, estimulan; los errores, enseñan. Sin embargo, durante aquella infancia en la que día tras día fuimos grabando el disco duro de nuestras neuronas, mientras éramos instruidos para lograr el éxito, se nos reprimía ante las lógicas travesuras y descontroles de quienes lo tienen todo por aprender.
Nos escondieron la profunda lección de superación y mejora que se esconde detrás de cada error. Nadie nos impartió esa asignatura, la de la cultura del error, que enseñase la sabia costumbre de debatir sobro nuestras equivocaciones, sus razones y consecuencias. Faltó reflexión que grabase en nuestro cerebro los estímulos para superarnos y ser mas precavidos, despiertos o sensatos.
Y así crecimos, con un potente freno en el cerebro: el miedo a aceptar la equivocación.
Una evidencia de la creatividad de vuelo gallináceo es el inmenso surtido de justificaciones, mentiras, tretas, endosos y estupideces que unos inventan para no admitir sus propios errores, unido al inmenso surtido de incomprensiones, soberbias e incluso violencias de quienes tienen que aceptar las consecuencias de un determinado fallo.
El error es una caída, y lo único que consigue levantarnos es su aceptación. Cuando no lo hacemos, seguimos en el suelo; si además insistimos, nos enterramos en vida.
La inteligencia constructiva es aquella capas de reflexionar sobre los motivos ajenos cuando difieren de los propios.
viernes, 11 de junio de 2010
Saber equivocarse. –Por Ángela Becerra
En ocasiones y en lugares de los periódicos que pasan desapercibidos, te encuentras con reflexiones que son de didáctica, del proceso de enseñanza aprendizaje. Como quizás tú querido lector de este blog no has tenido la fortuna que he tenido yo; sin permiso de la autora, pero haciendo referencia para que la leamos con más asiduidad, aquí transcribo la reflexión de Angela Becerra en el periódico ADN: (abecerra@adn.es)
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