Cuentan que el 31 de mayo de 1911, cuando el dictador mexicano Porfirio
Díaz estaba a punto de abordar en Veracruz el barco que lo llevaría a su
exilio en París después de haber perpetrado su último fraude –el único
fallido en sus más de tres décadas de gobierno- contra el Partido
Antirreeleccionista liderado por Francisco Madero, emitió una de las
frases más proféticas de las muchas harto memorables que se le atribuyen:
"Madero ha soltado al tigre, vamos a ver si puede controlarlo." El tigre
es el pueblo, pero no cualquier "pueblo": es el pueblo de las revueltas,
asonadas y turbulencias, capaz de excesos y acciones imposibles de
vaticinar como la Primavera árabe, la caída del muro de Berlín, el
derrocamiento del Sha de Irán en cuestión de horas, las masivas
deserciones del ejército del Zar que precedieron a la revolución de
octubre, etc. No hubo sibila ni analista social capaz de otear los
síntomas previos de estos levantamientos en un horizonte que hasta la
víspera lucía despejado. Por eso la historiadora Theda Skocpol sostiene
que las revoluciones no se producen, simplemente ocurren.
El tigre parecía reposar en prolongado letargo. Algunos hablaban de la
fatiga de la guerra. De la apatía política de las nuevas generaciones de
jóvenes. Otros de la decadencia y cooptación de los movimientos sociales.
En todo caso, es un hecho que los nicaragüenses resistimos la
subida del IVA al 15% y otras reformas fiscales impopulares, no menos de
cuatro fraudes electorales, un pacto de villanos entre los dos partidos
políticos más fuertes, la inconstitucional reelección consecutiva, la
persecución de las ONGs y el desmantelamiento de la independencia de los
poderes del Estado sin serias conmociones, aunque no sin protestas y
propuestas. Los cuatro gobiernos de la posguerra, de muy diverso cuño
cada uno, tuvieron un denominador común: ante el turismo y la inversión
extranjera vendieron a Nicaragua como un remanso de paz, en marcado
contraste con el triángulo norte de Centroamérica. Hasta que alguien o
algo soltó al tigre en Nicaragua. O el tigre saltó porque le tocaron los
huevos. ¿Cómo se los tocaron?
Todo empezó con las protestas que suscitó el negligente manejo por las
entidades estatales del incendio en la reserva Indio-Maíz, que afectó a
más de cinco mil hectáreas de bosque. El incendio forestal empezó a
propagarse como incendio político a todo el país cuando jóvenes
universitarios se manifestaron, protestaron y fueron vilipendiados por el
jefe de la bancada sandinista en la Asamblea Nacional Edwin Castro,
profesor de derecho constitucional de la Universidad Centroamericana
(UCA) en Managua. A los insultos del diputado, los estudiantes
respondieron irrumpiendo en su clase del jueves 12 de abril y, al grito
de consignas y a horcajadas sobre una ventana a modo de exótico podio,
dieron lectura a un comunicado. La grabación de este acto circuló en las
redes sociales. Algo se había roto. ¿Qué cosa? Un tabú. Edwin Castro fue
el primer funcionario del régimen en recibir un repudio explícito en un
ámbito que seguramente considerada como un coto vedado a sus adversarios.
Ocurrió lo impensable e impracticable. Y su reporte audiovisual se
diseminó como semillas de ceibo.
Seis días después, con los rescoldos aún humeantes del encontronazo con
Castro, vino la aprobación sin consenso de las reformas a la seguridad
social: 5% de reducción de las pensiones y un aumento de las cotizaciones
desde el 6.25% al 7% para el trabajador y desde el 19% al 22.5% para el
empleador. Ese fue el inicio inmediato que rebalsó un acumulado de dos
quinquenios y pico: el destape de las millonarias mansiones que en Costa
Rica y en España compró el Presidente del Consejo Supremo Electoral
Roberto Rivas, más de cuatro fraudes electorales, la represión a las
ONGs, el control de los fondos de la cooperación externa, el monopolio de
la publicidad estatal por empresas de los hijos de Ortega-Murillo, las
concesiones a las empresas mineras, el monopolio de las empresas que
prestan servicios de salud a la seguridad social, los oligopolios del
mercado de medicamentos y similares, y un larguísimo etcétera que
llenaría tratados y enciclopedias.
El tigre saltó con rabia a las calles. Los movimientos y cambios sociales
los hacen los tigres, es decir, las masas viscerales. Los reclamos de un
cambio se hacen con las vísceras por la sencilla razón de que los
poderosos se resisten a que le arrebaten la tajada del león mediante el
diálogo y palabras persuasivas. En su libro "Redes de indignación y
esperanza", el sociólogo Manuel Castells, que ha acompañado y estudiado
por décadas a diversos movimientos sociales –desde el mayo del 68 en
París hasta el de los indignados en España-, destaca el papel de las
emociones en la política. Si el poder busca cohibir el cambio
amedrentando a la población, el contrapoder logra sus objetivos cuando el
tigre vence el miedo y se llena de ira y esperanza.
El episodio con Edwin Castro fue un punto de inflexión de pérdida del
miedo y del hervor de la ira. La ira puede ser canalizada porque encontró
un punto de convergencia: el FSLN, que en estos momentos es identificado
con todas las formas de expolio: el asalto a la caja de la seguridad
social, las mafias madereras y la deforestación, el extractivismo e
incluso el narcotráfico, entre otros males acuciantes. Como sucedió
cuando Somoza, el somocismo era un sistema ligado a dinámicas
supranacionales del capitalismo que escapaban a su control y lo
trascendían. En ese sentido, no era responsable exclusivo de todos los
males. Pero como era un sistema bien incardinado en esas dinámicas y
tenía un hombre fuerte que lo encarnaba –Anastasio Somoza-, la rabia pudo
encontrar un objetivo concreto, un lenguaje pintoresco y ser
canalizada.
El FSLN es el nudo fontal de los expolios. No es su causante exclusivo y
no dudo que la mayoría de ellos existiría incluso en ausencia del FSLN,
como ocurre en el resto del istmo, donde los expolios son ejecutados por
partidos políticos que ni en raíces ni en retórica guardan afinidad con
el FSLN, si exceptuamos –hasta cierto punto- al FMLN. Pero en las últimas
dos décadas –incluso antes de asumir el poder-, el FSLN les ha insuflado
aliento, dado forma y provisto de manos y cabezas. Y además de esto, ha
aportado su particular versión de los medios para perpetuar el sistema,
no enteramente original si levantamos un poco la vista de este tiempo y
lugar: gamberros que contienen a la oposición a morterazos, compra de
clientela política con cargos, láminas de zinc y sacos de frijoles,
proclamación de un estado confesional, autoidentificación como
socialistas y una cosmética kitsch que abigarra con colorines las
bancas en la calle, las pancartas y los memos oficiales.
En las calles de Managua, impregnada hasta el hartazgo por esa cosmética
como una forma de apropiación política del espacio, la rabia se ha
enfocado primordialmente sobre los "chayopalos", antes llamados
"arbolatas", los árboles metálicos gigantescos y de colores que Rosario
Murillo ha sembrado en la capital. Son los símbolos del régimen. Sobre
ellos se ensaña la odiosa pero recurrente economía jurídica del ojo por
ojo. En desquite por la negligencia con la que el gobierno enfrentó el
incendio en la reserva Indio-Maíz, los manifestantes empezaron a
deforestar Managua, podando y quemando sin misericordia los "chayopalos"
con que la Vicepresidente ha ido construyendo la que la vox populi
ha bautizado como reserva Chayo-Maíz.
El incendio político se ha extendido a decenas de ciudades y numerosos
puntos de la capital. El asedio al que los manifestantes han sido
sometidos por policías, fuerzas antimotines y miembros de la Juventud
Sandinista ha cobrado más de 20 muertos comprobados hasta el domingo 22
de abril, con un sobresaliente desbalance en perjuicio de las fuerzas de
la oposición. Hay también más de 40 desaparecidos y decenas de detenidos.
La dispersión de energías y la falta de organicidad de quienes protestan
no permiten vaticinar el derrotero de esta lucha. Intentando
desmarcarse de la propuesta del Consejo Superior de la Empresa Privada
(COSEP), que se conforma con una marcha atrás en las reformas en
seguridad social, un grupo de estudiantes universitarios dieron a conocer
un pliego de peticiones donde reclaman una mesa de diálogo amplia que no
se reduzca al COSEP, anular la reforma, investigación de los asesinatos,
destitución inmediata de todos los alcaldes, otros funcionarios públicos
y jefes de la policía que protegieron a los vándalos en contra de los
estudiantes, restablecimiento de la libertad de expresión y la señal de
los medios censurados, libertad de los encarcelados por manifestarse,
independencia de los poderes del Estado, investigación del
enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos y devolución de lo
robado, renuncia inmediata de Daniel Ortega y todo su gabinete, y
convocar a elecciones libres. En caso de no quedar satisfecho, el tigre
seguirá al ataque o al acecho.
viernes, 11 de mayo de 2018
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