Cuarto día.- Hoy domingo debería ser el día de la carrera de piraguas conocida internacionalmente: el descenso del Sella que partiendo de Arriondas concluye en la meta del puente de Ribadesella, por lo que decidimos alejarnos de las multitudes y visitar Cudillero y Gijón, con un pensamiento erróneo que “las masas huyen de las ciudades en festivo”.
Cudillero es un pueblo encajado en la montaña y con una recoleta plaza que podríamos haber contemplado sino estuviera oculta bajo las sombrillas de la infinitas terrazas que la circundan.
Varias rutas señalizadas te permiten verificar que la tierra es redonda y que la visión del horizonte es un espectáculo eterno: podría pasar horas y horas mirando a lo lejos e imaginar historias aventureras o terroríficas; pero las hordas de turistas cercenan la tranquilidad y el silencio necesario.
Por eso, nuevamente nos subimos al coche huyendo del agobio que produce tener que ir con la mascarilla todo el tiempo porque resulta imposible mantener una distancia de seguridad recomendable en estos tiempos pandémicos.
A la hora del vermut-comida, llegamos a Gijón donde tampoco faltan las multitudes en la playa y en las terrazas. La determinación de Carmen nos conduce a Casa Zabala, restaurante número 29 de 825 de Gijón según Trypadvisor, donde nos tomamos un arroz con gambas y almejas (normalito) y una ventresca de bonito a la plancha (superior) inolvidable.
El descanso de la siesta lo realizamos tumbados en la hierba como otros muchos en el Cerro de Santa Catalina junto al “Elogio del Horizonte” de Chillida. Como en las terrazas parisinas, aprovechamos para ver y enjuiciar a los paseantes como suponemos que también lo hacen de nosotros.
Luego, visitamos la antigua Universidad Laboral, hoy convertida en Ciudad de la Cultura, donde han retirado todo vestigio de lo que fueron las universidades laborales de modo falangista, de José Antonio Girón y Velasco para promocionar a la vez que descastar a los hijos de la clase obrera. A Enrique le ha resultado muy doloroso percibir esta omisión, esta ocultación de la historía porque él estuvo en la Universidad Laboral de Córdoba de 1971 a 1974 e, igualmente, estuvo desarrollando un curso en la Escuela de Verano de 1981 en este mismo edificio.
El edificio merece la pena visitarlo e imaginar a adolescentes, casi niños, encerrados entre aquellos muros, donde el libro la metáfora de la escuela cárcel o la escuela cuartel se materializa en piedra.
Solo una vitrina en un rincón olvidado hasta por la señora del servicio de información recoge algunos objetos característicos como los cubiertos y la sopera donde se servía los primeros platos caldosos más bien acuosos.
Para concluir la jornada hemos quedado a cenar con Toni y su compañera para agradecerles su amabilidad en las indicaciones turístico – gastronómica riosellanas. Hemos elegido “La Bolera” junto a nuestro hotel. Elegimos ensalada de tomate buey, espárragos cojonudos y el clásico cachopo, para finalizar con una tabla de quesos.
La conversación es animada aunque un tanto monótona ya que se refiere obsesivamente al tema COVID-19 y la vacunación. Me hubiera gustado que hubiese girado en torno a nuestros recuerdos de la Universidad Laboral o de los tiempos en que Toni se codeaba con la periodista Letizia o ella se codeaba con él a tenor de la fotografía del libro en la que la actual reina aparece en segundo plano.
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