Pongo la palabra "terrazas" en mi buscador y aparecen veinticuatro entradas. Voy a pensar que estoy un poco obsesionado, pero mi caminar por la ciudad para hacer mis diez mil pasos me llevan a tropezar una y otra vez con las sillas y mesas de las terrazas que encuentro en el centro y en los barios de la ciudad, en las calles estrechas y las avenidas, en las plazas encementadas y en las ajardinadas.
Las terrazas llegaron con la pandemia y se quedaron en la post-pandemia. Siempre están llenas aunque con la ola de calor y la canícula son muchas las que están vacías.
Invasión del espacio público de forma permanente. Las plazas se remodelan y abren espacio pero se llenan de sillas y terrazas de forma inmediata y con espacios bien delimitados con jardineras o con otros elementos que no desaparecen ni por la noche ni por vacaciones cuando el establecimiento está cerrado. Algunas impiden la utilización de un banco público porque se encuentra aprisionado por las sillas y mesas de un centro hostelero o invaden el pasillo sombreado de una zona de transito.
El otro elemento que me martiriza son las vallas de la construcción por obra pública, arreglo de fachada o avería en el subsuelo que se colocan para la seguridad de no caer en un agujero o que te caiga una piedrecita desde 20 metros. Para su colocación supongo que tendrá que solicitarse permiso municipal, pero dudo que haya técnicos municipales que vigilen el cómo se colocan y cómo afectan al entorno: dejan paso para peatones, sillas de ruedas, cochecitos de niños, etc., se verán afectados árboles, señalización urbana; ¿en qué medida afecta a la movilidad de peatones (se pueden producir atascos de peatones), las sillas de ruedas de gran tamaño pasan con facilidad?; el carril bici desaparece sin alternativa más allá de ir por la carretera en el sentido de la marcha o a mano por la acera, mientras que cuando el carril coche desaparece se genera una alternativa, incluso aparece un policía para regular el tráfico. He llegado a ver hasta el cierra temporal de una calle porque hay obras y no cabe el camión que lleva el material.
Lo más grotesco es cuando unas vallas para la rehabilitación de una fachada se encuentran con que en los bajos hay una terraza autorizada, por supuesto, de un establecimiento hostelero.
Es la dictadura de la hostelería y la construcción que en ocasiones interaccionan como ocurre en la fotografía, haciendo muy dificultoso el caminar. Menos mal que es agosto y no necesito silla de ruedas.
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