Igualdad de oportunidades-2

 El mantra de la igualdad de oportunidades se asocia a la educación. Los sociólogos hablan del "ascensor social" que permite que las nuevas generaciones superen la clase social de sus padres a través de su esfuerzo y su mérito en el sistema educativo.

Pero ese mantra es falso. La igualdad de oportunidades no se consigue a través del sistema educativo que no realiza una discriminación positiva y donde la inclusividad es una meta que cuesta alcanzar.

Pudimos verificarlo durante la pandemia del Covid-19 donde los escolares quedaron en casas cuyas condiciones físicas, culturales, emocionales y relacionales eran muy distintas. 

Ya en 1984 en el libro "El éxito y el fracaso escolar" junto a Santiago Molina, señalábamos que el origen del fracaso escolar estaba en condiciones exógenas a la propia capacidad de los escolares, cuestiones que tenían que ver con el nivel cultural y económico de los progenitores.

Se dice que nuestro nivel de fracaso es del 30% utilizando como indicador los jóvenes que ni estudian ni trabajan. Desgraciadamente ese tercio ha existido siempre porque ese treinta por ciento, aproximadamente, de fracaso escolar siempre ha existido. Al principio, el porcentaje se refería a los que abandonaban tempranamente la escuela. Cuando se estableció la escolaridad obligatoria hasta los 14 años, los "fracasados" eran los que no continuaban con el bachillerato, luego con los que exclusivamente se quedaban en el escolaridad obligatoria. Ahora, el indicador es distinto pero quienes se encuentran en el "fango" del fracaso tienen un origen socio-económico coincidente: las clases sociales más deprimidas desde el punto de vista económico.

Así, que debemos actuar contra todos aquellos aspectos del sistema educativos que no mitigan sino que acrecientan la diferencias entre los individuos que proceden de su origen social y económico, es decir, de las diferencias de cuna, de los hogares en donde una persona nace.