DÍA 20
Después de una noche tormentosa en un camping atravesado por
unas torres de alta tensión, la mañana se presentaba amenazadora de lluvia como
para coger paraguas y ropa contra la lluvia. Finalmente, los paraguas han sido
parasoles porque la carrera ha ido acercando el sol cada vez más hasta la hora
de llegada de los ciclistas. Afortunadamente, el mediodía en la montaña
conlleva un cambio de aire caliente que sube y un aire frío que baja que
favorece la espera de los corredores. No obstante, alguna casa de producción de
crema protectora solar debería plantearse ser patrocinadora del Tour o, al
menos, formar parte de la caravana publicitaria.
Hemos dado la salida a nuestro corredor que rápidamente ha
alcanzado la mitad del recorrido casi sin despeinarse y la tercera edad hemos comenzado la caminata de peregrinaje acompañados por cientos de personas. Y esta es
la imagen infantil que me ha venido a mi recuerdo: el día de la Patrona del pueblo se iba de romería
hasta la ermita: niños que cantan, banderas, bolsas con la merienda, con la
bebida, ahora bolsas isotérmicas. Como en la canción de Víctor Manuel: “van
subiendo los mozos con los corderos al hombro”, aquí los corderos son sus
retoños que no tienen edad para subir con sus piernas y que son transportados
en artilugios de todo tipo.
Difícil de calcular el número de personas y el de ciclistas que suben porque me pongo a contar y me aburro. He hecho un cálculo aproximado de unos mil corredores por hora subiendo al Tourmalet, si calculamos unas seis horas desde las 8 a las 14 horas, hacen un total de 6000.
Un grupo de animadores de Mikel Landa han decidido para desplazarse hacer una bilbainada: En lugar de ir con un camping car como hacemos todos pues se han traído el autobús de Txomin y en lugar de la mesa y las sillas del Decathlon, pues han traido unos tableros y unos troncos de la serrería de Andoni. ¡Para qué vamos a andar con tonterías y gilipolleces!
La cadena Lidl ofrece fruta y tomates a todo aquel que pase por delante, incluso te hace una fotografía.
Finalmente, hemos encontrado un lugar donde con nuestras sillas plegables la espera se va a hacer más llevadera. Primero, la caravana publicitaria con sus inevitables peleas por acceder a
un llavero, un imán para el frigorífico o cualquier gadget. Luego, la llegada de media docena de helicópteros anuncia que los corredores están cerca. La llegada de los ciclistas se resuelve en unos 20 minutos
y eso que se trata de un puerto de montaña en el que el pelotón iba repartido en
cuatro grupos y algunos corredores descolgados.
Personas imposible de calcular dadas las dimensiones del
“estadio”. Y policias… hoy volvió a estar el presidente Macron. Ayer le cogió
gusto “al baño de masas” y hoy ha repetido.
La victoria de Pinot y el segundo puesto de Alaphillip que mantiene el maillot jaune revive el chauvinismo francés.
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