Las aulas españolas se han convertido en un suplicio para un número nada desdeñable de los docentes. Y un verdadero potro de tortura para un porcentaje significativo que les hace caer en enfermedades de riesgo psicosocial. Es la otra cara de la moneda del "mobbing" escolar -también denominado "bullying" (del inglés matonismo)--, la que afecta a los profesores y no sólo a los alumnos. .
Los docentes son las otras víctimas colaterales del "mobbing". Uno de cada cuatro profesores de primaria o secundaria ha sido víctima de actos de violencia psicológica o física en los centros escolares. Estas actitudes violentas han sido protagonizadas mayoritariamente por los alumnos y, en segundo lugar, por los padres de éstos, según se desprende de los sucesivos informes Cisneros sobre el asunto.
El hostigamiento verbal (60%), la intimidación (15%), las agresiones o robos (11%) y las amenazas físicas (9%) se ceban con el profesorado, como si hubieran perdido su antiguo y tradicional aura de respeto y autoridad. Los docentes, inmersos en un agobio monstruoso que germina en sus mismas aulas, tienen claros los responsables de la situación: los padres, la violencia social, la crisis de valores y la falta de disciplina, por este orden.
Impotencia e indefensión
La mayoría de los docentes "refieren una creciente impotencia ante niños y adolescentes que, de manera general, son cada vez más violentos en sus manifestaciones hacia sus iguales y hacia sus propios profesores". Es la tesis mantenida por los especialistas Iñaki Piñuel y Araceli Oñate, autores del libro "Mobbing escolar". La degradación ambiental, señalan los expertos, lleva a numerosos docentes "a llegar a sentir miedo de entrar solos a sus aulas y a tener que enfrentarse a una tarea docente que es vivida con el temor propio de quien se interna en una selva". .
Semejante clima laboral les expone a un tipo de riesgo profesional de naturaleza "psicosocial". La impotencia y la indefensión que viven de manera cotidiana induce a algunos profesores "a mirar hacia otro lado". Según los autores de la obra mencionada, son muy numerosos los profesores que, atados de pies y manos por la proverbial máxima del "prohibido prohibir", "se ven impotentes e incapaces de mantener ninguna disciplina". Un ambiente "hipertóxico" que, para estos expertos, no cabe duda que es consecuencia de la "inefable herencia de las diferentes reformas educativas, que presentaban como valores propios del pasado la disciplina, el orden, la autoridad y el respeto al otro".
Abandonados a su suerte, los profesionales de la educación justifican su estrés ante la falta de apoyo de los padres para imponer disciplina. Casi la mitad de los docentes (48%) sufren riesgos psicosociales: "mobbing", "burn-out" (quemados) o un nivel grave de estrés laboral. Y el deterioro de su salud psíquica es proporcional al tiempo que llevan trabajando. El riesgo psicosocial es mayor entre los profesores de la ESO y del Bachillerato.
Los padres
La legión de profesores damnificados se encuentra cada vez más frente a un tipo de padres y madres que forman parte esencial del problema. "Simplemente no están dispuestos a tolerar que se imponga a sus hijos la más mínima restricción o límite que marque, mantenga o garantice el orden o la disciplina en clase", señalan Piñuel y Oñate.
Ante este muro infranqueable, un creciente número de profesores opta por tirar la toalla y renuncia a ejercer una labor educativa que dan perdida de antemano. Se encuentran presos de un sistema educativo en el que todo conspira contra la posibilidad de mantener el orden, la disciplina y el necesario ambiente de trabajo intelectual "basado en el esencial aprendizaje de que el esfuerzo tiene su recompensa". .
A ello se une la falta de apoyo social a los profesores dentro de los centros. Y la puntilla la ejercen los padres, que desertan masivamente de las tareas educativas y "viven" más en sus lugares de trabajo que en sus hogares. "La falta de consideración social y de respeto por la profesión del educador explica que cada vez sea más habitual entre el profesorado la aparición de cuadros psicosomáticos de estrés, depresión o ansiedad".
Ambiente degradado
Los datos oficiales así lo apuntan. La situación psicológica de los docentes es alarmante: niveles graves de estrés laboral (39%), síntomas depresivos (35%), ansiedad (33%) y están quemados el 22%. Uno de cada diez profesores cree que debería abandonar la docencia y dos de cada cinco no recomendaría su profesión a nadie. .
Pero según Piñuel y Oñate, estos docentes no son meros enfermos psiquiátricos. "Se encuentran irremisiblemente dañados por la exposición reiterada a condiciones de trabajo nocivas. Desarrollan su trabajo -subrayan en un ambiente psicosocial degradado sin remedio, en el que ya solo se plantean cómo aguantar, resistir, o simplemente tirar "un día más" hasta la jubilación o el cambio de destino". Entretanto, se ubican en el centro de un huracán de indisciplina, faltas de respeto, agresiones y amenazas que reciben por parte de alumnos o de sus padres. .
Para los trabajadores de la enseñanza, según los expertos, el dilema termina siendo terrible. "O terminar naufragando en la depresión y el daño emocional, o salvarse interponiendo un colchón defensivo de desapego o anestesia emocional que les permita sobrevivir como sea en una situación tóxica y cronificada, a la que muchos ya no le encuentran remedio alguno".